martes, 1 de mayo de 2012

La verdad sobre la manzana

Eva se encontraba dando un paseo por el bosque. Había salido de casa corriendo después de que una serpiente intentara morderla mientras cocinaba.
Se sentía decepcionada y traicionada por los dos únicos acompañantes que tenía en la Isla. Adán no le hacía caso, se pasaba el día hablando con Jehová de fútbol, coches y motos.
La pobre Eva, en cambio, no tenía ninguna amiga con la que comentar lo guapo que es Adán y con la que compartir las últimas tendencias de moda en el Edén. Cuando Jehová le presentó a Adán, Eva quedó admirada de su hombría y se enamoró con asombrosa rapidez. Al contrario de lo ella había esperado, Adán también se enamoró de Eva y empezaron una vida en común.
Sin embargo, esa convivencia juntos no estaba resultando como ella pensaba.
Tenían una casa construida con helechos preciosa con vistas a una cascada hipnotizante y unos cuantos animales a los que cuidar. A pesar de ello, Eva se sentía muy sola y Adán no la ayudaba nada con las tareas del hogar. Después de todo, la comida no se recolectaba y cocinaba sola y la cama matrimonial de hojas de palmeras no aparecía de la nada y ni siquiera se lo agradecía.
Adán llegaba a casa tardísimo y se echaba en la cama después de pasarse el día de cháchara con Jehová.
A todo esto le daba vueltas Eva mientras daba el paseo por el bosque. El rencor había llegado a tal punto que estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de vengarse por ser ignorada durante los últimos meses.
De repente, una idea malvada le relampagueó en su cabeza. Tenía la solución perfecta. Jehová les había prohibido coger las manzanas del majestuoso árbol que se encontraba en la orilla del pantano aunque no les había explicado el motivo. Le llevaría una a Adán y se la prepararía para cenar, sabiendo que ni se daría cuenta de que eran las manzanas prohibidas porque apenas se fijaba en lo que comía. Esto haría que Jehová se enfadara con él y ambos le hicieran más caso a ella.
Pobre y desdichada Eva. La soledad le había llevado a escoger la opción incorrecta. Lo único que necesitaba era atención y dispuesta a conseguirla, el rencor le había llevado a actuar con maldad sin pararse a pensar en las consecuencias. Perdió todo lo que tenía y a quien más quería por la desesperación que sentía así que...

                                                       ¿QUIÉN PUEDE CULPARLA?



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