lunes, 20 de agosto de 2012

Sueño de una noche de verano

Sonreía para sí misma mientras recogía las ropas que habían quedado esparcidas por la arena. Se giró con disimulo para admirar su cuerpo, a pesar de la oscuridad que los envolvía. Todo había empezado apenas unas horas antes, en su coche...

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- ¿Qué te pasa? No quiero que te vayas enfadada.
-No estoy enfadada, sólo pensativa.
-Y, ¿en qué piensas? Sabes que no quiero que te guardes nada en esa cabecita loca. Además te recuerdo que a veces puedo leerte el pensamiento..
- Sí, lo sé. Y desearía que no fuera así.
- ¿Piensas en nosotros, verdad? En lo que somos o podríamos llegar a ser.
- Como siempre has acertado, pero no quiero pensar en eso ahora.
Se giró hacia la ventanilla para que no la viera con expresión triste pero él agarró su barbilla y la acercó hacia sí, mirándola como nunca  nadie había hecho.
- Eres preciosa - susurró mientras le daba un suave beso en los labios.
Ella le miró con dulzura y seguidamente con picardía.
- Me debes algo - le dijo picajosa. - Bueno en realidad, dos cosas.
-¿El qué?
- Un día de playa y algo más que tu ya sabes...
Él se quedó pensativo pero de repente adoptó su lado seductor y le contestó:
- Podemos ir ahora, la playa está tranquila y de noche es más interesante.
Ella se rió triunfante. Era divertido que no se diera cuenta de que eso era exactamente lo que había estado tramando. Salieron sin tardanza del coche y fueron hacia la playa, único testigo de la pasión que tuvo lugar durante la hora siguiente.

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Sin que se diera cuenta, el la agarró de la cintura y la giró hacia él dándole un tierno abrazo. Los dos habían estado nerviosos en un principio, pero los sentimientos que tenían el uno por el otro habían tomado las riendas de la situación y los había llevado a ambos hasta el séptimo cielo. Era una sensación tan difícil de describir... Sólo sabía que un simple segundo había llegado a convertirse en  una eternidad, que el silencio que ocupaba aquel enorme espacio no había sido incómodo sino cómplice de la magia de la situación y que el resplandor del mar había quedado cegado por la belleza incomparable de su cuerpo. Recordaba con ternura la conversación que habían tenido después, tumbados uno sobre otro en la arena, como dos almas que habían quedado unidas para siempre...

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- ¿Por qué sonríes tanto? - le dijo ella, curiosa como era costumbre.
- Porque estoy muy contento de estar aquí contigo.
- Bah, no será para tanto - le contestó con su habitual deje de pesimismo.
- Es verdad. ¿Sabes cuando te sirven tu plato favorito y no puedes esperar para saborearlo? Contigo me pasa lo mismo, no puedo evitarlo. Eres irresistible y única.

Semejante confesión la pilló desprevenida pero le hizo sentir tan llena de vitalidad que se dio cuenta de que le necesitaría a su lado para superar sin problema todos los obstáculos que seguro la vida le pondría por medio. Le dio un beso fuerte, como si quisiera atarlo a ella y nunca dejarle escapar. Después de todo era perfecto, tanto que deseaba que no viviera tan lejos y que pudiera estar siempre a su lado. Rodó sobre él y se tumbó a su lado, mirando las estrellas que formaban un manto brillante en el que acurrucarse.

- Son tan bonitas, allí sólo hay unas pocas y casi no pueden verse..
- Sí, son preciosas pero yo tengo una a mi lado que brilla mucho más que ellas..

No creía poder acostumbrarse a estos halagos, incluso de vez en cuando no se los tomaba en serio o le parecía que exageraba pero estaba feliz de que por fin alguien le dijera cosas así. Podría haber estado horas ahí tumbada junto a él, pegada a su cuerpo que irradiaba calor y que la protegía del airecillo que había comenzado a soplar pero se estaba haciendo tarde y él tenía que conducir hasta su casa, así que se levantaron y comenzaron a recoger las ropas

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Volvían sobre sus pasos, caminando tranquilos por la orilla para llegar hasta donde habían aparcado. La luna , redonda y luminosa esa noche, les guiaba como si tuviera miedo de que la pasión se desatara de nuevo. Ella estaba radiante de felicidad y satisfecha con lo que había sucedido. Estaba segura de que no podía haber nadie mejor para dejarse llevar por primera vez. En ese momento, él hizo una de esas bromas que sabía que conseguirían picarla y ella, que había visto demasiada comedias románticas, echó a correr, consciente de que él no dudaría en seguirla. Y así fue. Él la siguió y la alcanzó en apenas cuatro zancadas.

- No lo hagas más. Ya formas parte de mi vida, no quiero que desaparezcas, no quiero que te alejes de mí. ¿De acuerdo?

Ella sintió que todo era como en un sueño, pero sabía que él estaba a su lado de verdad, sincerándose y abrazándola fuertemente. Le contestó que no podría alejarse ni aunque quisiera pero lo hizo con un beso, un beso tan cargado de sentimientos y felicidad, tan pasional y dulce, tan necesario y anhelado, que no dudó ni por un segundo de que él había entendido el mensaje a la perfección.



viernes, 3 de agosto de 2012

Galicia

Vestía el cielo la luna brillante en una noche calurosa de verano. Apenas soplaba una suave brisa, que bastaba para alzar en vuelo su corta falda.
Caminaba tranquila por la playa con la luz del faro alumbrando desde lo alto de una pequeña y exótica isla.
El sonido quedo del mar en calma era música para sus oídos. Tantas veces había creído esucharlo mientras dormía...
Por fin un poco de soledad que disfrutar, pensó, mientras sus pasos lentos la llevaban por la orilla. El cosquilleo de la arena entre sus dedos era lo que le hacía sentir que estaba en casa.
Sonreía tontamente por lo extraño que le resultaba volver a tener esa paz interior. Estaba confusa, sí, pero por fin podía tomarse un tiempo para ella y para reflexionar sobre todo lo que se le venía.
Notó la vibración del móvil en su bolsillo y se dispuso a averiguar quién requería su atención. Miró la pantalla y un leve escalofrío nervioso recorrió su espalda. Tocaba noche de confesiones otra vez.
Disfrutaba de esas conversaciones, al tiempo que deseaba que no estuvieran separados por un par de pantallas y unos cientos de kilómetros. Suponía que así era más fácil pero al fin y a cabo menos real.
Llevaban poco tiempo hablando en serio pero aun y todo no podía evitar sentirle cercano y confidente.
No obstante, encontró más acertado posponer ese encuentro virtual un ratito y continuar con el largo paseo que tanto meses llevaba anhelando.
Una bandada de gaviotas se decidió a cruzar el cielo en ese momento, quebrando durante unos segundos el acogedor silencio que reinaba.
Las olas salpicaban juguetonas sus rodillas y el salado olor a agua de mar eliminaba cualquier rastro del resfriado que apenas unos días antes había tenido.
Los problemas le parecían tan lejanos ahora.... Podía decir que se sentía contenta. Después de todo, por fin estaba en GALICIA.