lunes, 12 de noviembre de 2012

R.

Cuando ya no esperas nada de nadie y te invade un sentimiento horrible de impotencia llega alguien que te regala un abrazo y te rompe los esquemas. Entonces te preguntas si aún queda gente especial en el mundo y te das cuenta de que sí.
Esa persona aparece en tu vida de repente para darle el toque de alegría que te faltaba, que ameniza las clases, que te saca de quicio pero incluso en esos momentos te divierte.

Apenas le conoces pero en muy poquito tiempo le coges un cariño inmenso, tanto a él como a su forma de ser y sabes casi más de él que de gente con la que llevas desde siempre.
Te alivia saber que todavía quedan personas que merecen la pena, que te contagian la alegría y el positivismo y que estarías dispuesta a clonar con tal de poder tenerlo cerca siempre para animarte si te pones triste.

Es una persona sensible, atrevida, alocada... Más o menos alguien muy parecido a ti, a quien decides hacer un huequecito en tu ajetreado corazón porque se lo ha ganado con creces. Alguien a quien le puedes adivinar el estado de ánimo sólo por el cambiante color de los ojos, que sabes que acabará siendo importante y que no te puedes permitir perder.
Te cuenta sus historias, la mayoría casi inverosímiles (excepto las amorosas, claro) y esperas poder seguir oyendo esas historias durante mucho tiempo, sobre todo las que demuestran que es todo un romántico y eso que quedan pocos.
Empieza siendo un compañero para convertirse en un amigo, en uno de los buenos, de los que quieres conservar para siempre, de los que quieres conocer todo, bueno o malo, porque sabes que lo primero siempre ganará a lo segundo.

En definitiva, unas persona que aunque conozcas desde hace nada haya acabado siendo vital.

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