domingo, 16 de diciembre de 2012

Felices 18 :)

Un año más y para mi va a seguir siendo ese gatito marrón adorable de siempre.
Bueno un año más depende de como lo mires, porque el resto de años no le conocía y no he podido estar con él para celebrarlos. Qué lástima, pero bueno, ahora tenemos (espero) seis años mínimo, con sus seis 16 de Diciembre para que pueda tirarle de las orejas y llamarle viejo, aunque yo lo sea más y aunque tenga esa carita de niño pequeño que en cuanto la miras te dan ganas de abrazarle.

El caso es que mi chiquito de al lado ya se me hace mayor de edad (no os creáis que aparenta 18 ni de lejos). Cuando se cumplen 18 siempre se dice: "Oh ten cuidado ahora ya puedes ir a la cárcel" pero me niego a decir tal estupidez como esa, ya que por lo único por lo que podría ir a la cárcel es por hacerse querer demasiado y por ser una de las mejores personas y amigos que hay en este mundo.
Así que no, no le diré eso.

Pero si le digo que no cambie, nunca, que ni se le pase por la cabeza vamos. Que aunque no sepa con certeza en qué momento y por qué nos hicimos de repente tan cercanos y amigos, me siento muy muy afortunada de que eso haya pasado. También le digo que pobre de él como me abandone en clase después de Navidades, porque a ver que hago yo sola y aburrida. Y que por mucho que me meta con él por su altura, para mi es el más mejor y más grande. Pues eso nene, que gracias por ser como eres y que aunque te niegues a aceptarlo el listo de los dos eres tú.

FELIZ CUMPLEAÑOS R.! :):)



jueves, 15 de noviembre de 2012

6 años

6 años. Infinidad de momentos, historias, personas que entran y salen, peleas, amistades y algo más que amistades. 6 años de cambios y sin embargo volvía una y otra vez a la misma historia, a la misma persona, al mismo sentimiento.

Apenas eran dos críos cuando pasó pero llegó a quererle tanto que no fue capaz de controlar sus propios miedos y emociones, y todo se echó a perder. 6 años había pasado desde entonces y aún así seguía sintiendo ese "no se qué" que le invadía el cuerpo entero cada vez que le veía.

Desgraciadamente ahora todo era diferente. Un saludo cordial, una sonrisa a destiempo, una mirada perdida, una conversación amable y poco más. Sin embargo, había momentos en los que creía ver su sombre, en los que se colaba inevitablemente en sus sueños, en los que podía verle al lado cuando miraba su propio reflejo en el espejo. Esos momentos en los que aún le necesitaba, en los que deseaba que fueran de nuevo esos dos enanos que se quería y que adoraban pasar tiempo juntos. Cuánto extrañaba aquellas tardes en las que podían hablar durante horas sin darse cuenta. Quería con todas sus fuerzas volver esos 6 años atrás y no cometer aquel error que lo cambió todo.

Estaba en su rincón de pensar cuando esto relampagueaba por su mente. Ese rincón misterioso que se encontraba cerca de su casa, en una plaza escondida en la que apenas transitaba gente. El lugar abandonado en el que podía dar rienda suelta a su imaginación sin que nadie la molestara. Ese paraíso en el que aún podía oír su risa sin se concentraba y ver las pequeñas y adorables arruguitas que se le formaban alrededor de los ojos cuando estaba contento. Tantas veces creía sentir sus labios juntos a los de ella de nuevo, sus manos recorriendo cada centímetro de su espalda deteniéndose en cada uno de sus infinitos lunares...

Le echaba tanto de menos que era incapaz de concentrarse en otra cosa que no fuera él, bueno.... ellos. Sabía que el tiempo se le estaba echando encima. En media hora tenía clase de violín y si no se iba ya, llegaría irremediablemente tarde. No era capaz. No podía dejar que su recuerdo se esfumara, no ahora que era consciente de que cada día se le hacía más difícil evocarle a él y aquellos tiempos en los que fueron felices juntos. Sin embargo su violín la estaba esperando y sólo con él era posible desconectar.

Recogió sus cosas y se disponía a marcharse cuando sintió una mano en el hombro y una voz conocida que le dijo:

- Soy yo. He vuelto. ¿Me has echado de menos?

No contestó pero sonrió y se giró. Sabía que era él, siempre supo que era él. Claro que le había echado de menos pero no quería arruinar el momento hablando. Se lanzó a sus brazos. Esos brazos fuertes que llevaba tanto tiempo deseando que la envolvieran. Entonces también supo que no le volvería a dejar escapar y que iba a llegar tarde a la clase, pero esta vez no le importó lo más mínimo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

R.

Cuando ya no esperas nada de nadie y te invade un sentimiento horrible de impotencia llega alguien que te regala un abrazo y te rompe los esquemas. Entonces te preguntas si aún queda gente especial en el mundo y te das cuenta de que sí.
Esa persona aparece en tu vida de repente para darle el toque de alegría que te faltaba, que ameniza las clases, que te saca de quicio pero incluso en esos momentos te divierte.

Apenas le conoces pero en muy poquito tiempo le coges un cariño inmenso, tanto a él como a su forma de ser y sabes casi más de él que de gente con la que llevas desde siempre.
Te alivia saber que todavía quedan personas que merecen la pena, que te contagian la alegría y el positivismo y que estarías dispuesta a clonar con tal de poder tenerlo cerca siempre para animarte si te pones triste.

Es una persona sensible, atrevida, alocada... Más o menos alguien muy parecido a ti, a quien decides hacer un huequecito en tu ajetreado corazón porque se lo ha ganado con creces. Alguien a quien le puedes adivinar el estado de ánimo sólo por el cambiante color de los ojos, que sabes que acabará siendo importante y que no te puedes permitir perder.
Te cuenta sus historias, la mayoría casi inverosímiles (excepto las amorosas, claro) y esperas poder seguir oyendo esas historias durante mucho tiempo, sobre todo las que demuestran que es todo un romántico y eso que quedan pocos.
Empieza siendo un compañero para convertirse en un amigo, en uno de los buenos, de los que quieres conservar para siempre, de los que quieres conocer todo, bueno o malo, porque sabes que lo primero siempre ganará a lo segundo.

En definitiva, unas persona que aunque conozcas desde hace nada haya acabado siendo vital.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Cuando el baile es tan hermoso e increíble que te hace llorar

Ensayaba sin descanso los pasos del baile que había preparado para la audición de la semana que viene. Se jugaba una plaza en una de las escuelas de danza más importantes del mundo y no podía fallar. La playa se había convertido en su aliada y el susurro de las olas acunaba su cuerpo y mecía sus movimientos.

Comenzaba con un arabesque y se servía de un balancé para pasar a un grand jeté. Los brazos acompañaban cada movimiento con soltura y precisión pero ella nunca estaba conforme. Sabía que nada de eso valía para poder pertenecer a semejante escuela de danza, con bailarines de gran categoría.
Repetía los pasos una, otra y otra vez. Ese día la playa estaba más desierta que nunca. Sólo ella y el mar, una perfecta combinación. Sin embargo oyó que alguien venía por detrás. No se giró a mirar quién era ni contestó cuando el desconocido le dijo con admiración que su baile era hermoso. No podía perder la concentración y aún así notaba como él se acercaba cada vez más.

De repente notó cómo la agarraba, con toda la dulzura del mundo y le susurraba al oído que tenía que dejarse llevar. De repente el solo de baile se convirtió en una danza a dos, llena de pasión.  Cada movimiento era mágico, dos cuerpos bailando como uno. La alzaba en el aire, la dejaba caer con cuidado, la giraba, la acercaba a sí con ternura para volverla a alejar. Las olas jugueteaban entre sus pies, como un cuerpo de baile que acompaña a los bailarines principales.



Esto era lo que había estado buscando. Esa sensación de que nada más importaba, de que no era danza sino magia, de que podría pasar así horas y nunca se cansaría. Él le estaba enseñando como conseguirlo y supo entonces que el lazo de unión entre ellos que empezaba a formarse con el baile podría llevarlo más allá.

Terminaron el número con elegancia. Ni siquiera de habían dado cuenta de que tenían público. El espectáculo había sido tan maravilloso que mucha gente que les había visto desde el paseo marítimo había bajado para disfrutar desde la cercanía. El aplauso estalló nada más acabar pero ellos no oían ni veían a nadie excepto el uno al otro.
Fue el quien se lanzó primero a hablar diciéndole que llevaba días observándola aunque nunca se había atrevido a acercarse. Ella no le dejó terminar la frase y le besó. No podía hacer otra cosa. No después del regalo que él le había hecho.

La gente empezó a dispersarse pero ellos se quedaron horas allí. Sólo intercalando pasos de baile, caricias, besos y abrazos. El silencio no les preocupaba.
Cuando se hizo de noche, llegó el momento de volver a casa. No quería separarse pero no había otro remedio. Ella le dio un último beso antes de irse y le dijo:
- La audición es dentro de una semana. Quiero hacer un dúo.
Él se quedó sorprendido pero sonrió y sin tardanza contestó:
- Eso está hecho

Amargo adiós

Suena un acorde de RE sostenido al piano en la habitación contigua. Sabe qué notas vendrán a continuación y no está dispuesta a escucharlas. Otra vez no, al menos. Cierra la puerta para poder quedarse en soledad con sus pensamientos. Ella siempre había preferido esa melodía al violín, al igual que él, pero tampoco le apetecía tocarlo. No quería volver a oír aquella canción nunca más. No ahora que todo había terminado; que él lo había terminado.


Creía que todo iba pero por lo visto eso nunca había sido así. Desde el primer momento habían sido dos extraños. Ni siquiera había habido una pizca de magia. Ni al principio de la relación. Aún y todo ella le amaba y había sido muy feliz. Pero él la había engañado. No con otra chica, que casi lo hubiera preferido, sino con algo, según ella, muchísimo peor.

Había fingido quererla cuando en realidad nunca había estado cerca de hacerlo. Sólo la consideraba diferente y especial y creyó que con sólo eso bastaría para sacar adelante un vida en común.
Durante casi dos años le había mentido. Tantos "te quiero" falsos había creado ilusiones rotas y vanas de que quizás hubieran llegado a tener un futuro juntos. Menuda decepción.

Lo peor fue cómo le dejó.  Un triste SMS de despedida que como era habitual en ella, aún conservaba en la memoria del teléfono. Que ella no le merecía, escribió. Pues estaba claro que no. Ahora se daba cuenta.
Llegó a pensar que no habría nadie mejor en el mundo que él pero ya sólo le parecía escoria. Y sin embargo esto tampoco era verdad, sólo quería pensar que lo era cuando en realidad le seguía y le seguiría queriendo.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Tarde otoñal

El frío empezaba a colarse en las otoñales tardes de octubre. Caminaba despacio por la calle principal acomodando la bufanda a su desabrigado cuello y colocándose los auriculares del IPod dispuesta a escuchar un poco de su música.
Para no salirse de sus esquemas puso el aleatorio que como siempre se disponía a entristecer su día.

Estaba segura de la decisión que había tomado días antes. Estaba.
Una conversación de última hora el día anterior la había descolocado por completo. Llevaban horas los dos conectados, pero parecía que el miedo a decir la primera palabra era mayor que la tensión positiva que le producía la situación. Ya había desistido cuando se dio cuenta de que un nombre parpadeaba en la pestaña de Tuenti. ¿Se habría dignado a dar el paso? ¿ Acaso había descubierto su plan de evitarle para que dejara de gustarle?
Dos días había durado su plan. Menudo fracaso. Y sin embargo seguía segura de los motivos que la habían llevado a tomar tal decisión. Las similitudes con alguien del pasado eran demasiado evidentes y no podía obviarlas. Ni eso ni el hecho de que no se sentía ella misma cuando estaba con él. Todo esto se cruzó en sus pensamientos mientras pensaba si abrir o no la conversación. Finalmente optó por hacerle caso, pues la curiosidad era superior a todo lo demás.

La conversación comenzaba con su pequeño juego. Admiraba que se acordara de todo lo que hablaban y lo convirtiera en su juego particular. Así que sin más dudas se dispuso a contestarle y seguirle la corriente.
Todo parecía ir bien hasta que llegó la primera recriminación. Desde luego sabía cómo hacerle sentir mala persona. Quizás aquel día se equivocó en ser tan drástica pero lo hizo para que fuera él quien demostrara que ella le importaba. Y lo había conseguido. No sólo una vez sino dos le recriminó su conducta del pasado día pero  no podía pensar en la recriminación sino en que él había esperado algo y ella le había defraudado. Genial. Al fin y al cabo, ¿con eso no le estaba demostrando que ella sí que le importaba y que la tenía en cuenta en su vida?
Eso quería pensar. Aparte que conociendo cómo era sabía que no le habría sido fácil decidirse a hacerle semejante reproche. En definitiva, todo el plan se había ido al traste. O quizás había funcionado demasiado rápido. Desde luego volvía a estar en un bucle infinito en el que estancarse.

De tanto reflexionar sobre el tema, no se había dado cuenta de que había tomado la dirección equivocada. Ni siquiera se había percatado de que tenía las manos heladas, de que temblaba y de que lloraba con la canción que el aleatorio había elegido reproducir en ese momento. Conocía el lugar sin embargo. Estaba al lado de su portal esperando a que llegara del entrenamiento. Inconscientemente había encontrado la solución y se disponía a llevarla a cabo aunque aún tuviera que esperarle allí sentada durante una hora con el frío incrustado en sus huesos. Quizás todo fuera más fácil si se lo decía de una vez por todas.

Desenlace

De ahí a una hora, cuando ya casi se había quedado helada en su portal, lo vio llegar por la esquina de la calle. Llevaba el bolso de entrenar al hombro y la sudadera que tanto le gustaba. No pareció sorprendido de verla allí. Quizás incluso la esperaba aunque no entendía por qué. Se le veía cansado pero al verle se iluminó su sonrisa y la saludó efusivamente.

    - ¡Hola! ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Debes estar congelada. Anda, entra al portal.
    - Gracias, ya casi no siento las manos. Perdona por haberme presentado sin avisar
    - No importa. Sabes que siempre estoy encantado de verte. Pero dime, ¿qué te ha traído hasta aquí?

Sin previo aviso, ella empezó a llorar. No sabía si estaba preparada para confesarle lo que sentía por él y sin embargo se moría de ganas por hacerlo. Esperaba que el la abrazara ahora pero parecía haberse quedado petrificado. Ante semejante estampa ella se repuso, convencida de que no tendría oportunidad mejor de decirle que estaba enamorada de él.

     - Yo....necesito contarte algo pero tienes que prometerme que no vas a salir corriendo
     - No sé si puedo prometerte eso pero adelante, quiero escuchar lo que me tengas que decir

Él apenas era capaz de hilar dos palabras sin balbucear y ponerse rojo, pero ella se armó del valor que siempre le había faltado y comenzó una de las confesiones más difíciles que había hecho.

    - Te quiero - le dijo con voz temblorosa. - Te quiero desde el primer día que te vi; aquella noche en la             que tú parecías acordarte perfectamente de mí y yo ni siquiera era capaz de reconocerte. Te quiero porque representas todo aquello que a mí me falta y porque tienes el don de hacerme sonreír cuando nadie más puede. Te quiero porque aunque a veces me de la sensación de que no te importo nada luego me demuestras con creces que te importo más de lo que creo, y te quiero porque cuando me veo reflejada en esos brillantes ojos verdes deseo poder verme durante el resto de mi vida.

Sin darse cuenta había vuelto a llorar. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas suavizando sus facciones y denotando una inmensa fragilidad. Esta vez él si que reaccionó y se acercó para envolverle entre sus brazos. Le acarició con ternura el pelo y le susurró dulcemente al oído: "No tengas miedo, no sufras. Yo también te quiero. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. No puedo vivir  sin ti pero eso ya debes saberlo puesto que no me he podido separar de ti desde que nos conocimos"

Ella volvió su cara para mirarle a los ojos. Esos ojos que las fascinaban y la hacía enloquecer. Sonrió para sí y hundió de nuevo la cabeza en su pecho. Era ahí donde quería protegerse siempre a partir de ahora. Pero él no estaba dispuesto a que todo quedara en un simple abrazo y en un mar de lágrimas, así que tomó su rostro con ambas manos, secó sus lágrimas con los labios, le acarició la mejilla y la besó apasionadamente, durante lo que le pareció una eternidad y al mismo tiempo medio segundo.

Cuando por fin se soltaron, se quedaron abrazados, atados, como con miedo a soltarse. Pero ya no era el miedo al rechazo de antes, sino un miedo nuevo a perder y tener que vivir sin el otro. Un miedo al que tendrían que hacer frente los dos juntos pero que iría acompañado de grandes y felices momentos, de besos y abrazos como los que acababan de experimentar y con un amor infranqueable que iba a perdurar por el resto de sus días.

lunes, 20 de agosto de 2012

Sueño de una noche de verano

Sonreía para sí misma mientras recogía las ropas que habían quedado esparcidas por la arena. Se giró con disimulo para admirar su cuerpo, a pesar de la oscuridad que los envolvía. Todo había empezado apenas unas horas antes, en su coche...

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- ¿Qué te pasa? No quiero que te vayas enfadada.
-No estoy enfadada, sólo pensativa.
-Y, ¿en qué piensas? Sabes que no quiero que te guardes nada en esa cabecita loca. Además te recuerdo que a veces puedo leerte el pensamiento..
- Sí, lo sé. Y desearía que no fuera así.
- ¿Piensas en nosotros, verdad? En lo que somos o podríamos llegar a ser.
- Como siempre has acertado, pero no quiero pensar en eso ahora.
Se giró hacia la ventanilla para que no la viera con expresión triste pero él agarró su barbilla y la acercó hacia sí, mirándola como nunca  nadie había hecho.
- Eres preciosa - susurró mientras le daba un suave beso en los labios.
Ella le miró con dulzura y seguidamente con picardía.
- Me debes algo - le dijo picajosa. - Bueno en realidad, dos cosas.
-¿El qué?
- Un día de playa y algo más que tu ya sabes...
Él se quedó pensativo pero de repente adoptó su lado seductor y le contestó:
- Podemos ir ahora, la playa está tranquila y de noche es más interesante.
Ella se rió triunfante. Era divertido que no se diera cuenta de que eso era exactamente lo que había estado tramando. Salieron sin tardanza del coche y fueron hacia la playa, único testigo de la pasión que tuvo lugar durante la hora siguiente.

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Sin que se diera cuenta, el la agarró de la cintura y la giró hacia él dándole un tierno abrazo. Los dos habían estado nerviosos en un principio, pero los sentimientos que tenían el uno por el otro habían tomado las riendas de la situación y los había llevado a ambos hasta el séptimo cielo. Era una sensación tan difícil de describir... Sólo sabía que un simple segundo había llegado a convertirse en  una eternidad, que el silencio que ocupaba aquel enorme espacio no había sido incómodo sino cómplice de la magia de la situación y que el resplandor del mar había quedado cegado por la belleza incomparable de su cuerpo. Recordaba con ternura la conversación que habían tenido después, tumbados uno sobre otro en la arena, como dos almas que habían quedado unidas para siempre...

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- ¿Por qué sonríes tanto? - le dijo ella, curiosa como era costumbre.
- Porque estoy muy contento de estar aquí contigo.
- Bah, no será para tanto - le contestó con su habitual deje de pesimismo.
- Es verdad. ¿Sabes cuando te sirven tu plato favorito y no puedes esperar para saborearlo? Contigo me pasa lo mismo, no puedo evitarlo. Eres irresistible y única.

Semejante confesión la pilló desprevenida pero le hizo sentir tan llena de vitalidad que se dio cuenta de que le necesitaría a su lado para superar sin problema todos los obstáculos que seguro la vida le pondría por medio. Le dio un beso fuerte, como si quisiera atarlo a ella y nunca dejarle escapar. Después de todo era perfecto, tanto que deseaba que no viviera tan lejos y que pudiera estar siempre a su lado. Rodó sobre él y se tumbó a su lado, mirando las estrellas que formaban un manto brillante en el que acurrucarse.

- Son tan bonitas, allí sólo hay unas pocas y casi no pueden verse..
- Sí, son preciosas pero yo tengo una a mi lado que brilla mucho más que ellas..

No creía poder acostumbrarse a estos halagos, incluso de vez en cuando no se los tomaba en serio o le parecía que exageraba pero estaba feliz de que por fin alguien le dijera cosas así. Podría haber estado horas ahí tumbada junto a él, pegada a su cuerpo que irradiaba calor y que la protegía del airecillo que había comenzado a soplar pero se estaba haciendo tarde y él tenía que conducir hasta su casa, así que se levantaron y comenzaron a recoger las ropas

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Volvían sobre sus pasos, caminando tranquilos por la orilla para llegar hasta donde habían aparcado. La luna , redonda y luminosa esa noche, les guiaba como si tuviera miedo de que la pasión se desatara de nuevo. Ella estaba radiante de felicidad y satisfecha con lo que había sucedido. Estaba segura de que no podía haber nadie mejor para dejarse llevar por primera vez. En ese momento, él hizo una de esas bromas que sabía que conseguirían picarla y ella, que había visto demasiada comedias románticas, echó a correr, consciente de que él no dudaría en seguirla. Y así fue. Él la siguió y la alcanzó en apenas cuatro zancadas.

- No lo hagas más. Ya formas parte de mi vida, no quiero que desaparezcas, no quiero que te alejes de mí. ¿De acuerdo?

Ella sintió que todo era como en un sueño, pero sabía que él estaba a su lado de verdad, sincerándose y abrazándola fuertemente. Le contestó que no podría alejarse ni aunque quisiera pero lo hizo con un beso, un beso tan cargado de sentimientos y felicidad, tan pasional y dulce, tan necesario y anhelado, que no dudó ni por un segundo de que él había entendido el mensaje a la perfección.



viernes, 3 de agosto de 2012

Galicia

Vestía el cielo la luna brillante en una noche calurosa de verano. Apenas soplaba una suave brisa, que bastaba para alzar en vuelo su corta falda.
Caminaba tranquila por la playa con la luz del faro alumbrando desde lo alto de una pequeña y exótica isla.
El sonido quedo del mar en calma era música para sus oídos. Tantas veces había creído esucharlo mientras dormía...
Por fin un poco de soledad que disfrutar, pensó, mientras sus pasos lentos la llevaban por la orilla. El cosquilleo de la arena entre sus dedos era lo que le hacía sentir que estaba en casa.
Sonreía tontamente por lo extraño que le resultaba volver a tener esa paz interior. Estaba confusa, sí, pero por fin podía tomarse un tiempo para ella y para reflexionar sobre todo lo que se le venía.
Notó la vibración del móvil en su bolsillo y se dispuso a averiguar quién requería su atención. Miró la pantalla y un leve escalofrío nervioso recorrió su espalda. Tocaba noche de confesiones otra vez.
Disfrutaba de esas conversaciones, al tiempo que deseaba que no estuvieran separados por un par de pantallas y unos cientos de kilómetros. Suponía que así era más fácil pero al fin y a cabo menos real.
Llevaban poco tiempo hablando en serio pero aun y todo no podía evitar sentirle cercano y confidente.
No obstante, encontró más acertado posponer ese encuentro virtual un ratito y continuar con el largo paseo que tanto meses llevaba anhelando.
Una bandada de gaviotas se decidió a cruzar el cielo en ese momento, quebrando durante unos segundos el acogedor silencio que reinaba.
Las olas salpicaban juguetonas sus rodillas y el salado olor a agua de mar eliminaba cualquier rastro del resfriado que apenas unos días antes había tenido.
Los problemas le parecían tan lejanos ahora.... Podía decir que se sentía contenta. Después de todo, por fin estaba en GALICIA.


viernes, 13 de julio de 2012

Inevitable

La llamada era totalmente inesperada. No contaba con verle en ese momento, ni ese día y no estaba segura de si quería pero lo supo cuando lo vio llegar. Estaba tan guapo... aunque eso últimamente no era una novedad.
Le hizo hueco a su lado; después de todo no había nada que deseara más que disfrutar de semejante espectáculo de luces y ruido cerca suya. No sabía cómo reaccionar ante todas esas emociones que la abordaban, pero de lo que estaba segura era de que se sentía especial a su lado.
Había echado de menos el contacto, el roce y que la chinchara, pero esa noche todo pintaba bien.
Notó su mano en la rodilla y le acercó la suya. La magia había vuelto después de todo.
Los escalofríos al sentir sus caricias eran inevitables, cada una de sus terminaciones nerviosas cobraban vida. ¿Tenía miedo? Un poco, pero él estaba allí para protegerla. ¿O era de él y todo lo que le hacía desear de lo que debía protegerse?
Decidió dejar las dudas a un lado por un rato y disfrutar del momento y de él. Era el primer día que ni el ruido ni el exceso de luz le molestaban, estaba más centrada en que sus manos llegaran a un equilibrio térmico, ahí donde no se siente ni frío ni calor, donde se estaba agusto, como él había dicho.
De repente se dio cuenta de que podría pasar una vida entera así, queriéndole sin medida y poniendo un toque de alegría y disfrute al mundo, donde sólo existieran los dos y un sin fin de sentimientos encontrados a los que aferrarse para seguir adelante.

lunes, 18 de junio de 2012

Sin marcha atrás

Miraba hacia el cielo y veía cómo las nubes formaban dibujos que después desaparecían.
Su presencia era de nuevo tranquilizadora. El dulce sonido de la guitarra los envolvía en un ambiente de cariño y amistad. Quería parar el tiempo, como si en el mundo sólo existiera ese momento y ellos dos.
Sus dedos recorrían con suavidad el brazo de ella, como si se tratara de algo frágil y delicado.
El sol brillaba con fuerza y el azul del cielo era, si cabe, más azul que de costumbre. Se encontraban a la sombra de un árbol, tumbados, relajados, olvidando los problemas.
Agarró su mano y dejó de pensar. Se centró en imaginar las formas que dibujaban las nubes y en escuchar el sonido de su respiración. Sin embargo, a pesar de que estaba de espaldas a él, sabía que él le daba vueltas a algo. No quería preguntarle qué era, no quería sacar el espíritu solitario y huidizo que llevaba dentro y que de repente lo apartaba de su lado.
Se dio media vuelta y le miró a los ojos. Se veían tranquilos aunque algo ausentes. Le sonrió y él le devolvió la sonrisa pero tenía una mala sensación en el cuerpo. Eran esos momentos los que le impedían confesarle lo que sentía porque no estaba nada segura de que él la quisiera como ella le quería. Porque sí, se había dado cuenta de que lo quería a pesar de que no le convenía nada.
Decidió volver a darse la vuelta y concentrase en las nubes. Por el momento, se conformaba con soñar despierta.

viernes, 1 de junio de 2012

Vestido corto, sandalias, pelo suelto... Es el atuendo habitual de muchas chicas, pero no el mío. Los vaqueros rotos, camisetas y deportivas son las prendas que llenan mi armario pero hoy, un día soleado como toda la semana, he decidido meterme en un vestido y calzar unos zapatos bonitos sólo porque sé que voy a verle. Probablemente ni se fije, pero ya el hecho de que me quiera poner guapa para estar con él, que no para él, me hace darme cuenta de que esos sentimientos que me da miedo mostrar están ahí y no tienen prisa por marcharse.
¿Que por qué no se lo digo? La respuesta es sencilla: Ahora mismo no le veo ninguna ventaja a contarle lo que siento, porque sé con certeza que no es reciproco y eso, a ratos, duele.
Quería creer que no le quería, que sólo era una confusión, un tonteo pero me paro a pensar y la verdad es que ya me había fijado en él bastante antes.
El problema es que estos días no le puedo tratar igual, porque sé que lo que siento es cierto y no una simple ilusión. Además ahora su presencia me inquieta, me sonroja y me pone nerviosa, cuando antes siempre lograba calmarme.
A pesar de todo, a pesar de que no vaya a pasar nada, sigo queriendo ponerme guapa para estar con él, porque sí, porque es primavera, brilla el sol y estoy enamorada.

lunes, 21 de mayo de 2012

El apropiado

Necesitaba más momentos como esos. Alguien que agarrara sus manos con fuerza y delicadeza al mismo tiempo, que acariciara su piel y juguetearan sus dedos.
Sonreír inconscientemente por la dulzura de la situación, evitar su mirada por miedo a sonrojarse, desear que el tiempo pare, que él no se vaya nunca y que sus manos no queden solitarias de nuevo.
Estaba segura de que no pedía demasiado, sólo alguien como él; un espíritu crítico, rebosante de desafío y cariño al mismo tiempo, atento, educado, inteligente, directo, responsable. Alguien a quien acudir cuando lo necesites, alguien que te abrace cuando tengas ganas de llorar, alguien que te cuide, te mime, que no tenga miedo de acariciarte ni de mostrarte su cariño, un alma libre y bondadosa. Un igual.
¿Encontraría a otra persona así? En aquel momento decidió que tenía que ponerse a buscarla, no podía seguir perdiendo el tiempo anclada en el pasado. Ahora sabía lo que quería y estaba dispuesta a conseguirlo.


martes, 1 de mayo de 2012

La verdad sobre la manzana

Eva se encontraba dando un paseo por el bosque. Había salido de casa corriendo después de que una serpiente intentara morderla mientras cocinaba.
Se sentía decepcionada y traicionada por los dos únicos acompañantes que tenía en la Isla. Adán no le hacía caso, se pasaba el día hablando con Jehová de fútbol, coches y motos.
La pobre Eva, en cambio, no tenía ninguna amiga con la que comentar lo guapo que es Adán y con la que compartir las últimas tendencias de moda en el Edén. Cuando Jehová le presentó a Adán, Eva quedó admirada de su hombría y se enamoró con asombrosa rapidez. Al contrario de lo ella había esperado, Adán también se enamoró de Eva y empezaron una vida en común.
Sin embargo, esa convivencia juntos no estaba resultando como ella pensaba.
Tenían una casa construida con helechos preciosa con vistas a una cascada hipnotizante y unos cuantos animales a los que cuidar. A pesar de ello, Eva se sentía muy sola y Adán no la ayudaba nada con las tareas del hogar. Después de todo, la comida no se recolectaba y cocinaba sola y la cama matrimonial de hojas de palmeras no aparecía de la nada y ni siquiera se lo agradecía.
Adán llegaba a casa tardísimo y se echaba en la cama después de pasarse el día de cháchara con Jehová.
A todo esto le daba vueltas Eva mientras daba el paseo por el bosque. El rencor había llegado a tal punto que estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de vengarse por ser ignorada durante los últimos meses.
De repente, una idea malvada le relampagueó en su cabeza. Tenía la solución perfecta. Jehová les había prohibido coger las manzanas del majestuoso árbol que se encontraba en la orilla del pantano aunque no les había explicado el motivo. Le llevaría una a Adán y se la prepararía para cenar, sabiendo que ni se daría cuenta de que eran las manzanas prohibidas porque apenas se fijaba en lo que comía. Esto haría que Jehová se enfadara con él y ambos le hicieran más caso a ella.
Pobre y desdichada Eva. La soledad le había llevado a escoger la opción incorrecta. Lo único que necesitaba era atención y dispuesta a conseguirla, el rencor le había llevado a actuar con maldad sin pararse a pensar en las consecuencias. Perdió todo lo que tenía y a quien más quería por la desesperación que sentía así que...

                                                       ¿QUIÉN PUEDE CULPARLA?



domingo, 1 de abril de 2012

Buscando la primera claridad

Una vez más se encontraba plantada ante un papel en blanco que no sabía cómo rellenar. Mordía con impaciencia el boli, como si tuviera miedo de dejar fluir las palabras.
Pensaba, ¿estaré vacía de sentimientos? Quizás ese era el motivo por el que no era capaz de plasmar nada en folio que reposaba con melancolía sobre el escritorio.
Sin embargo, no podía ser que le pasara eso, sino todo lo contrario. No es que no tuviera sentimientos sino que se veía desbordada por ellos. Todos luchaban por ser el primero es salir al exterior, porque se escribiera sobre ellos, por dominar la voluntad de aquella muchacha que había perdido el control de sus emociones.
Ahora se daba cuenta de que a lo mejor era más saludable que no sintiera nada pero, ¿qué sentido tendría el mundo si las personas que lo forman no tuvieran sentimientos y se dejaran guiar por ellos? A pesar de que éstos a veces fueran dolorosos, por algún motivo existían y no podía simplemente pasar de ellos, evitarlos o ignorarlos.
Abrió los ojos atónita. Había logrado completar el folio, aunque sólo se tratara de palabras vagas y sensaciones difusas. Aun así había llegado a una conclusión: Todo lo que necesitaba era un latido esperanzador que devolviera a su sitio todo el caos de emociones que se había ido formando a los largo de estos años.

sábado, 10 de marzo de 2012

Momentos de incertidumbre

Todo es confuso. No sé. Quizás había esperado demasiado tiempo para olvidarle y ahora simplemente dependía de él, de su sonrisa, de sus miradas. Sin duda esta vez se había coronado con el fracaso más absoluto.
Si alguien se enteraba sería el blanco de las habladurías; las malas lenguas la tomarían con ella.
- Pobre desgraciada - dirían - condenada al sufrimiento por un amor imposible.
Y sin embargo, ella veía algo positivo en todo el asunto. Quizás nunca estarían juntos pero se sentía alegre cuando estaba cerca o, al menos, un poco menos triste que de costumbre. Su compañía siempre sería bien recibida; después de todo, eran amigos y eso no tenía por qué cambiar.
En esos instantes ansiaba su presencia. Era una situación extraña, nadie la comprendería.
Un año difícil donde los haya. ¿Qué pasa por su cabeza? Ni ella lo sabe. Todo es un caos absoluto. Sus pensamientos saltan de una cosa a otra, sin apenas detenerse en ninguna.
Tic-Tac. La clase de mates sigue adelante pero no puede concentrarse en el temario.
Sí, estaba segura que vivía de ilusiones falsas, sueños rotos y expectativas pobres. Al igual que en los problemas de álgebra, todo en estos años había sido incógnitas sin resolver; a veces por pereza, a veces por incompatibilidad. Sólo sabía que ya era un poco tarde para intentar buscar la solución.
¿Hacia dónde estaba yendo? Quizás al más profundo abismo y sin embargo, no encontraba la forma de salir.
La sensación de angustia se le presentaba con frecuencia y era rápidamente asociada a esa escena del teatro que siempre le hacía llorar.
Repasaba constantemente sus actos, los meditaba varias veces antes de llevarlos a cabo, sopesando las consecuencias que podría conllevar. Nunca había sido partidaria de correr riesgos, al fin y al cabo la suerte nunca estaba de su parte.
No entendía cómo había llegado a ese estado emocional y tampoco sabía bien en quién apoyarse para salir de ello. Sus amigos no la entenderían, creerían que son nimiedades; su hermana era todavía pequeña y sus padres... bueno sus padres sabía que estaban ahí cuando los necesitaba pero en parte los culpaba de haber resaltado sus defectos con demasiada insistencia aunque sin mala intención. A pesar de eso, los complejos no pudieron abandonarla.
Sólo había alguien que podía entender un poco cómo se sentía, pero procuraba no recurrir a él en exceso, no quería molestarle.
Últimamente todo se le antojaba difícil, extraño, lejano. La situación se estaba volviendo insostenible. Necesitaba un cambio en su vida. Algo, cualquier cosa, por insignificante que fuera, que le hiciera sentir mejor.

lunes, 13 de febrero de 2012

Recuerdo

Recuerdo aquel tiempo en el que lo tuvimos todo, esas tardes que compartimos solas, juntas, con tantas fantasías, sueños e ideales por cumplir. Recuerdo que me pediste que creyera en la magia del mundo, que cerrara los ojos y escuchara cada sonido, disfrutara de cada aroma y dejara recorrer por mi cuerpo cada sensación porque todo ello era un regalo por el que debía estar agradecida. Recuerdo que admiraba la manera en la que amabas y veías el mundo, la emoción de tus palabras al hablar de él y el pálpito de tu corazón cuando me acostaba en tu regazo a contemplar las estrellas.
Sin embargo, somewhere along the way, perdiste esa ilusión, esa adoración y yo te perdí a ti. No pude evitar que la distancia y el tiempo nos separaran cada vez más. Me hice pequeñita, cobarde y dejé que a partir de entonces el miedo me controlara.
Miedo a lo desconocido, a la soledad, al fracaso, a la incomprensión, a decepcionar a los que me querían, a perderlo todo, a perderme a mí y a la persona en la que deseaba convertirme.
Desapareciste y me dejaste sola, abatida, triste, melancólica...
No sabía cómo debía afrontar mis acciones desde aquel momento y no estaba segura de querer saberlo.
Me quedé atrás, chiquitita, escondida, pero el resto del mundo continuaba adelante y el tiempo no daba tregua, no esperaba por mí. Me perdí entre la multitud y me dejé arrastrar. Me cansé de luchar a contracorriente; después de todo ¿qué sentido tenía que siguiera luchando? ¿Iba a cambiar eso el hecho de que ya no volvería a ver el mundo de la manera en la que tú me enseñaste? ¿Iba a poder yo recuperar esa antigua ilusión y adoración por la vida? ¿Iba a paliar eso la tristeza? ¿Podría volver a curar mis heridas con tan solo la sonrisa de alguien cercano, de un amigo o familiar? ¿Tenía algún sentido el amor si ni siquiera era capaz de amarme a mí misma?
Quizás me di por vencida muy deprisa pero no estaba preparada para todo lo que se me vino encima.


¿POR QUÉ ME ABANDONASTE? ¿POR QUÉ LO HICISTE? ¿POR QUÉ NO SEGUISTE PROTEGIÉNDOME?

martes, 31 de enero de 2012

Corazones cerrados y granadas de mano

Esta entrada la escribí el viernes 27 de enero, pero no me sentía con fuerzas para publicarla.

Llevaba sin dormir toda la semana, agotada, cansada, rendida, triste al fin y al cabo.
Recordaba con exactitud cada minuto de aquella noche, cada lágrima que él derramó, cada palabra de culpabilidad infundada. No podía cerrar los ojos sin evitar llorar, recordando la tristeza que inundó aquella conversación.
Agradeció enormemente que se sincerara con ella y le contara cómo se sentía, qué le preocupaba, qué le hacía daño pero nunca hubiera imaginado que se sentía tan culpable y solo.
Se acordaba del camino de vuelta hasta su plaza, un "paseo" quebrado por la melancolía, el llanto y el miedo inmenso a perderle. Por unos instantes creyó que le había perdido para siempre. Sin embargo, la perdonó y le dio la oportunidad de hablar pero ella no había esperado que todo se volviera tan angustioso.
Estaba paralizada, quería llorar pero no era capaz, sus palabras estaban tan llenas de tristeza que se sentía impotente y sólo quería abrazarle y no soltarle nunca, encontrar la manera de que sonriera como lo hacía antes, con ese brillo que iluminaba sus ojos.
En parte entendía cómo se sentía, pues ella también tenía esa soledad y tristeza desde hacía mucho tiempo, siempre se había sentido fuera de lugar pero no quería que él pasara por lo mismo.
Estaba encantada de que fuera su amigo, era muy afortunada de tenerle y no sabía cómo hacerle notar esa sensación a él. Debía hacerle sentirse querido porque ella iba a estar siempre para él, incondicionalmente, sin importar qué pasara.
Sabía que lo había estado haciendo mal, se había concentrado demasiado en su sufrimiento propio y no le había dado su apoyo tanto como le hubiera gustado.
¡GENIAL! Casi vuelve a perder a alguien importante por su estupidez, quedaba claro que no aprendía de los errores. Al menos esta vez se dio cuenta a tiempo.
Ahora pensaba volcarse en cuerpo y alma para intentar que su adorado amigo estuviera feliz. Tenía que encontrar la manera de devolverle el favor que él le hizo cuando apareció en su vida para ponerle alguna que otra sonrisa.

Sonrisas

¿Conocéis a alguien que os haga sonreir sólo con verle a él sonreir?




No hablo de estar tan enamorado que tus emociones dependan de las de él, sino de una persona que te hace sentir algo especial y que te contagia la sonrisa. Esa persona que aunque no te quieras dar cuenta te anima con sus historias, sus miradas, sus chistes, que te alivia poco a poco la tristeza y te devuelve algo de la alegría perdida, que hace que te sonrojes cuando ves que te está mirando, que de repente no puedas parar de mirarle y que estés deseando que pase el tiempo para estar un rato con él, incluso si sólo son unos minutos.

Todo el mundo debería tener una persona así y yo tengo suerte de conocerla :)

sábado, 21 de enero de 2012

Querida conciencia..

Hoy ha sido uno de esos días en los que Pepito Grillo ha venido a visitarme. Cómo odio que se presente sin avisar porque nuestras conversaciones siempre suelen provocar que acabe llorando.
Por alguna extraña razón escoge los días en los que mi estado de ánimo anda por los suelos.
Cualquiera le dice que se marche y me deje en paz con mis pensamientos porque él me recrimina que soy cabezota y testaruda pero él no se me queda atrás.
Que así no voy a ningún lado me ha dicho hoy. ¿Te lo puedes creer?
Parece que lo hace a propósito. Viene y me desbarata el mundo, echando por tierra todos mis ideales, sentimientos e intenciones.
Lo peor de todo es que suele tener razón (aunque claro está que nunca se lo pienso reconocer)
Con una sola palabra, por insignificante que parezca, me hace reflexionar y plantearme si de verdad estoy haciendo lo correcto dando rienda suelta a mis sentimientos por esa persona, si hacerlo, a la larga, no me traerá más tristeza y sufrimiento del que llevo sintiendo desde hace varios años.
Es curioso; sólo hace media hora que se ha marchado y todavía no he conseguido dejar de llorar. Además, ya me ha hecho dudar de todo lo que pensaba estos últimos días.
¿Entendéis ahora por qué no me gusta que me visite?

martes, 17 de enero de 2012

Noche mágica

Los primeros rayos de sol asomaban ya entre los pequeños huecos de la persiana.
Sentía su respiración muy cerca, en el que esperaba que se convirtiera en su lado de la cama. Ella se encontraba boca abajo, tapada con el edredón blanco de plumas, sonriendo tontamente.
Había sido una noche mágica.
Llevaba mucho tiempo esperando que ocurriera y se habían cumplido todas sus expectativas. Había sentido todas y cada una de las partes de su cuerpo como suyas propias.
El simple hecho de recordarlo le hacía estremecerse.
Se convirtieron en uno solo, una única alma rebosante de pasión y dulzura a la vez, llenando todo el espacio comprendido entre las cuatro paredes de su dormitorio.
Deseaba con ansias repetir aquel momento.
De repente, notó cómo él la destapaba con delicadeza. Su dedo comenzó a recorrer su espalda, trazando círculos alrededor de sus infinitos lunares.
Era una sensación maravillosa.
- Por fin te has despertado - le dijo en tono meloso.
Se dio la vuelta y se colocó encima de él, retomando donde lo habían dejado anoche.

lunes, 16 de enero de 2012

Miedo

 "Lo sé. Sé que soy débil, pero tengo miedo"

Esas palabras se le quedaron grabadas a fuego. Ni siquiera estaba prestando atención a la tele pero levantó la vista de el dibujo cuando oyó esa frase. Se había sentido tan identificada que no pudo volver a sacarse esa idea de la cabeza.
Sabía que era débil, que cada vez tenía menos fuerzas para afrontar la realidad y sus actos pero de verdad que estaba muerta de miedo.
Miedo de querer demasiado o demasiado poco, de ser rechazada o estar fuera de lugar, de no importarle a nadie, de convertirse en la persona que no quería ser, de defraudar a todos los que la apoyaban, de no volver a sonreír como en su día lo hizo.
Repasaba continuamente lo que no había hecho bien y llegaba siempre al mismo momento, hace cinco años, el momento en el que el miedo se apoderó de ella y tomó las riendas de sus actos, el momento en el que todo empezó a ir mal.
Debía olvidar aquello y seguir con su vida, compartirla con los que la querían, agradeciéndoles su ayuda incondicional pero el miedo seguía ahí, aferrado a sus entrañas y esperando a que todas las barreras contra él estuvieran debilitadas para atacar de nuevo.

martes, 10 de enero de 2012

Aún hay muchas cosas por decir.

TIC. TAC. TIC. TAC. TIC. TAC.

Daba la sensación de que el reloj iba cada vez más lento. Todavía faltaban dos horas para que marcaran las 6.
Estaba nerviosa y apenas podia concentrarse; se sentía así desde que él le había preguntado en el pasillo a la mañana si podía quedar esa misma tarde. Ambos sabían que hacía tiempo que tenían cosas que hablar pero él sostenía que quizás era mejor no hacerlo.
No podía imaginarse qué era lo que él pensaba que ella le tenía que decir, pero estaba claro que necesitaba explicarle por lo que estaba pasando para que él la comprendiera mejor. A ella y a sus repentinos cambios de humor. Necesitaba que él supiera cuánto daño le hacía con sus gestos de rechazo, aunque fuera inconscientemente. Deseaba que le mimara un poco más, como ella intentaba hacer con él a pesar de que a duras penas le dejaba.
Incluso hubo alguna semana en la que se maldijo por haberse fijado en él y no en otro, pero últimamente había estado más contenta, más relajada.
A pesar de ello, debía hablar con él y esa tarde por fin iba a hacerlo. Sólo tenía que esperar a que el dichoso reloj marcara de una vez por todas las 6.

Tiempos lejanos



Estaba sentada junto a la ventana, viendo las gotas de lluvia caer sin piedad.
Recordaba con melancolía aquellos días en los que aún creía que le estaba esperando el amor, que había alguien ahí afuera que la encontraría y le enseñaría a querer de la manera en la que aún no estaba preparada.
¡Qué lejos quedaban ahora esos tiempos!
Es curioso porque a medida que fue aprendiendo a querer, perdió toda la confianza y la mayor parte de la esperanza de que ella también tendría a esa persona que le hiciera sonreir con su sola presencia. Y no es que no hubiera encontrado ya a esa persona, sino que había sido él quien no la había elegido.

lunes, 2 de enero de 2012

Juego de niños

Me dirijo al baño, preparada para tomar un chapuzón relajante. Las velas ya estaban colocadas y ardiendo, las sales disueltas, la música en marcha. Entro en la bañera, quizás ya un poco pequeña para mi cuerpo, y me cubro con la espuma que se ha formado.
Me recuesto sobre el borde, un tanto frío al contacto y un estremecimiento recorre mi espalda. El vapor que flota en el cuarto comienza a dejarme adormilada y empiezo a soñar, aún consciente de que estoy despierta.
No quiero agobiarme con tanto recuerdo, así que decido retomar un juego que solía hacer de pequeña: contar cúanto tiempo aguanto debajo del agua. Me hundo entre la espuma y cierro los ojos 1,2,3,4,5,6,7...
Me doy cuenta de que mis pulmones no pueden más y me dispongo a volver para arriba. Sin embargo, alguien ha debido poner un cristal encima porque no puedo salir a la superficie.
Pataleo, empujo, grito en el agua, sabiendo que nadie me oye. Veo cómo la cera de las velas se derrite y desparrama por el cristal; puedo oír la música. Está sonando la que era nuestra canción. Me dejo llevar y desisto en mi lucha por respirar de nuevo el aire vaporoso del baño;sólo escucho esa canción, una vez más, probablemente la última.
Ya apenas queda oxígeno en mis pulmones y noto cómo voy perdiendo el conocimiento.
De repente, alguien chilla cerca de mí y me tira del brazo.
Vuelvo a sentir el calor del cuarto de baño, el aire entra de sopetón y abro los ojos.
-¡HIJA!¿Qué estabas haciendo?- grita histérica.
-Nada mamá, sólo jugaba.