Me recuesto sobre el borde, un tanto frío al contacto y un estremecimiento recorre mi espalda. El vapor que flota en el cuarto comienza a dejarme adormilada y empiezo a soñar, aún consciente de que estoy despierta.
No quiero agobiarme con tanto recuerdo, así que decido retomar un juego que solía hacer de pequeña: contar cúanto tiempo aguanto debajo del agua. Me hundo entre la espuma y cierro los ojos 1,2,3,4,5,6,7...
Me doy cuenta de que mis pulmones no pueden más y me dispongo a volver para arriba. Sin embargo, alguien ha debido poner un cristal encima porque no puedo salir a la superficie.

Ya apenas queda oxígeno en mis pulmones y noto cómo voy perdiendo el conocimiento.
De repente, alguien chilla cerca de mí y me tira del brazo.
Vuelvo a sentir el calor del cuarto de baño, el aire entra de sopetón y abro los ojos.
-¡HIJA!¿Qué estabas haciendo?- grita histérica.
-Nada mamá, sólo jugaba.
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