viernes, 3 de agosto de 2012

Galicia

Vestía el cielo la luna brillante en una noche calurosa de verano. Apenas soplaba una suave brisa, que bastaba para alzar en vuelo su corta falda.
Caminaba tranquila por la playa con la luz del faro alumbrando desde lo alto de una pequeña y exótica isla.
El sonido quedo del mar en calma era música para sus oídos. Tantas veces había creído esucharlo mientras dormía...
Por fin un poco de soledad que disfrutar, pensó, mientras sus pasos lentos la llevaban por la orilla. El cosquilleo de la arena entre sus dedos era lo que le hacía sentir que estaba en casa.
Sonreía tontamente por lo extraño que le resultaba volver a tener esa paz interior. Estaba confusa, sí, pero por fin podía tomarse un tiempo para ella y para reflexionar sobre todo lo que se le venía.
Notó la vibración del móvil en su bolsillo y se dispuso a averiguar quién requería su atención. Miró la pantalla y un leve escalofrío nervioso recorrió su espalda. Tocaba noche de confesiones otra vez.
Disfrutaba de esas conversaciones, al tiempo que deseaba que no estuvieran separados por un par de pantallas y unos cientos de kilómetros. Suponía que así era más fácil pero al fin y a cabo menos real.
Llevaban poco tiempo hablando en serio pero aun y todo no podía evitar sentirle cercano y confidente.
No obstante, encontró más acertado posponer ese encuentro virtual un ratito y continuar con el largo paseo que tanto meses llevaba anhelando.
Una bandada de gaviotas se decidió a cruzar el cielo en ese momento, quebrando durante unos segundos el acogedor silencio que reinaba.
Las olas salpicaban juguetonas sus rodillas y el salado olor a agua de mar eliminaba cualquier rastro del resfriado que apenas unos días antes había tenido.
Los problemas le parecían tan lejanos ahora.... Podía decir que se sentía contenta. Después de todo, por fin estaba en GALICIA.


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